Octavio Páez Granados |
Licenciado en «Música Antigua – Opción Clave» por la «Escola Superior de Música e Artes do Espectáculo» (ESMAE) del Instituto Politécnico de Oporto. Maestría en «Estudios Artísticos – Estudios Musicales (Musicología)» por la Universidad de Coímbra. Maestría en «Interpretación Musical Especializada – Música Medieval» por la «Haute École de Musique de Genève» (HEM). Actualmente realiza una maestría en «Lengua, Literatura y Cultura Hispánica, especializada en Crítica e Investigación de Estudios Hispánicos» en la Universidad de Ginebra.
Desde el año 2013 hasta la fecha, es miembro colaborador del «Centro de Estudos Clássicos e Humanísticos» (CECH) de la Universidad de Coímbra. Sus principales temas de interés se centran en la relación literatura, música y sociedad, dentro del espacio geográfico iberoamericano de los siglos XVI, XVII y XVIII. Partiendo de lo anterior, se pueden mencionar las siguientes líneas de investigación que son de su competencia:
Al lado de todo lo anterior, Octavio también se interesa por el estudio del pensamiento mágico iberoamericano de los siglos ya mencionados, por la teoría de la recepción y por la hermenéutica |
fénix, sirena y esfinge:
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La figura de la novohispana Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana (San Miguel Nepantla, 1648 – Cd. de México, 1695), más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, ha hecho correr muchos ríos de tinta. Su polifacética figura (como mujer, escritora e intelectual) no carece de polémica: sus orígenes familiares, sus precoces y desmedidas dotes intelectuales, su llegada a la corte virreinal, el verdadero significado de su extenso poema titulado «Primero sueño», la verdadera naturaleza de su (ambigua) relación con la virreina Doña María Luisa Manrique de Lara, Marquesa de la Laguna, alias «Lisi», las razones que tuvo para tomar los hábitos, para escribir su ruidosa «Carta atenagórica» (crítica al sermón del Mandato del portugués Antonio Viera) y, finalmente, para su abjuración final. Se puede decir que la crítica, envuelta en numerosas discrepancias, contradicciones y refutaciones sobre esta personalidad (ocaso del Siglo de Oro), coincide cabalmente en un aspecto: la «monstruosidad» de Sor Juana. Monstruo del lenguaje. Su personalidad y voz lírica, seductoras, cual sirena; sus motivaciones y su figura, enigmáticas, como esfinge. Voz de esfinge que atraviesa el atlántico, y que lanza en tierras portuguesas unos «Enigmas ofrecidos a la Asamblea de la Casa del Placer», para curiosidad y recreo de unas monjas portuguesas. Sor Juana fue llamada por sus contemporáneos «Fénix de América», «Décima Musa» (monstruos mitológicos) o directamente «Monstruo de las mujeres y prodigio mexicano», epíteto dado por Pedro del Santísimo Sacramento en el prólogo segundo de sus Obras (Sevilla, 1692). Sor Juana, aguda y clarividente como ella era, era consciente de su monstruosidad: « ¡Qué dieran los saltimbancos/ a poder, por agarrarme/ y llevarme, como Monstruo,/ por esos andurriales/ de Italia y de Francia, que son/ amigas de novedades/ y que pagaran por ver/ la Cabeza del Gigante, / diciendo; Quien ver el Fénix/ quisiere, dos cuartos pague.» Un monstruo que regala enigmas, que habla en ecos y laberintos, que se retrata a ella misma y cuestiona su propia imagen, que «retrata», sinestésicamente, con ideas y conceptos, con palabras y sabores, con sonidos y con imágenes. Un monstruo que crea otros monstruos, que pinta (para deformar) lo inexistente: como el retrato poético de la joven Lisarda, el retrato-caricatura de una mujer ausente. |